...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

La Couteau 3


De tragos.

- ¿Qué te gusta más: el vodka-tónic o el vodka-orange?
+ A mí me gusta el Gin
- Pero no fue esa la opción que te pregunté... ¿Acaso no entiendes lo simple de una pregunta? Si tienes dos opciones, pues la idea es escoger una, así de simple.
+ A mí me gusta el Gin
(mirada perspicaz y media sonrisa: a esta chica le gusta ser difícil)

It's a rainy day, sunshine girl
It's a rainy day, sunshine baby...

El ritmo tribal y las voces de teutones resentidos repiten el coro una y otra vez. Un eructo de fondo da la clave para esta canción. Hay barullo en el bar y la Couteau se sienta en la barra.
Deja que el baboso cerca suyo le acaricie la suavidad de su falda de terciopelo y le hable de las cabezas de pescado que su aliento entre volutas de humo hace y deshace.
A la Couteau no le importa la baba, pero le interesa un trago. Con sus uñas de estrellas fugaces tamborilea el boril del tamb como las gotas de agua que caen del cielo y revientan sus pesos pesados en el techo del local.

It's a rainy day, sunshine girl
It's a rainy day, sunshine baby...

- ¿Quieres bailar?
+ Te dije que a mí me gusta el Gin. ¿Acaso no entiendes lo simple de una frase?
- ¡Jaja! Te prometo, dulcinea, que después de concederme esta pieza te invito el Gin que más te guste.
...Y el caballero azul desciende con gracioso movimiento de su transporte equino; en un salto de ágil embriaguez cae flexionando las rodillas, sonríe como Pedro Navaja y con afectados gestos se saca la capa. Todo sucede en cámara lenta, como si cada cuadro fuera planificado y quisiéramos ver cada detalle. En esta película de dibujos animados para niños, el caballero extiende su mano y la ofrece a la princesa; como alfombra real invita a sus botas puntiagudas a que ensucien su capa que yace en el suelo y de fondo celestial una bandada de pajarillos imberbes trina un vals.
La princesa sonríe cándida y le entrega su mano al caballero entre aura de colores pasteles que alumbran el escenario. El caballero se inflama de orgullo y la princesa mientras lo mira directamente al rostro le dice suavemente "Ud. no entendió lo que yo le pedí".

(¡ZAS! Un scratch de un disco de vals y cambia todo repentinamente)
En esta película de cyber-cómic para adultos desquiciados, la princesa extrae un cuchillo brillante de su bota izquierda y marca el antebrazo de un caballero sangrante; como alfombra real invita a sus venas a que manchen su capa que yace en el suelo y de fondo setentero una bandada de teutones mecanizados sigue repitiendo
It's a rainy day, sunshine girl
It's a rainy day, sunshine baby...
(eructo)

"Me encanta este tema de Faust"
+ Barman, dame un Gin, por favor.

La Couteau 2


El viento arruga las cejas.

Los colores no brillan porque no se les ha enseñado a brillar.

Esa es la frase que mi padre me repetía cada vez que yo elegía la misma camiseta negra o gris que tanto me gustaba vestir en mi adolescencia. Nunca le daba una respuesta; sólo lo miraba con la intensidad que la adolescencia podía dar. Él siempre en ese momento sonreía y me invitaba a practicar un poco ese juego de peripecias que era tratar de pisar alguno de los dedos de su mano con el cuchillo. Yo nunca quería participar, temía hacerle daño con mi adolescente inconciencia, pero me encantaba observar cómo con sus dientes de vodka transpiraba la adrenalina que le significaba demostrarme su valor. Mi padre era zurdo; era maravilloso ver cómo con la mano del diablo paralizaba de terror a la mano de la razón y nunca, nunca, nunca hirió ninguno de sus dedos. El vodka caía hasta vaciar el vaso.
Ahí yo reía y aceptaba entrar al circo. “Veamos el Lanza Cuchillos” y la adrenalina a mí también comenzaba a transpirarme en la comisura de los labios.
Ahí nos sentábamos y mirábamos el espectáculo.
Era cuando estaban los payasos con sus rostros exagerados, las muecas imposibles y sus narices rojas hinchadas que yo creía percibir mi destino. Escuchaba el bombo que retumbaba en una explosión de colores y fuegos artificiales que acaloraban la atmósfera. Risotadas cómplices de grotescos e inocentes actos y alegría pintada de maquillaje. Mi padre me tomaba de la mano y me decía con una hilaridad de infancia recordada: “ellos han aprendido a brillar...”
Yo miraba el jolgorio y aplaudía cuando finalmente salía el Lanza Cuchillos con su traje de lentejuelas rosas, verdes y platinadas.
Afuera, el frío calaba los ánimos. Todo era de un blanco medio sucio, medio gris. El tapiz de blanco invierno que sólo Siberia sabía desplegar.
Afuera, el viento hacía que se arrugaran las cejas.
Pero en esos momentos, el traje de lentejuelas brillaba sobre mis pupilas. Mi puño encerraba un imaginario filo que aceleraba mi pulso. El vodka caía hasta llenar el vaso.

¿El Lanza Cuchillos tendrá las manos frías como las mías
o será que no me encuentro bien?

La Couteau 1

Inicio.

NOTA TRÁGICA DE UN INCIDENTE… (artículo periodístico)

“una tarde cualquiera de un año en blanco y negro”:

A partir del día de ayer se ha iniciado una nueva etapa en la tan conocida serie “Desde el otro lado de la pantalla”.
La dirección de esta vita-producción ha informado que en los estudios Estomakal la antigua protagonista Marlboro no-light ha cedido su existencia a la nueva heroína: Vanja, La Couteau.
Antes una atmósfera contaminada envolvía los alveolos existenciales de un pulmón cansado, la visión ocular buscaba ansiosa un lugar en que el picor no perforara la sensibilidad del cuerpo anguloso y los pasos eran dados como en el trance de una flotante lejanía. Ahora es hora para la culminación de un pasado pegajoso y altamente opresivo. Si antiguamente hablábamos de autodestrucción y neurosis depresiva -así como intelectualismo barato-, el futuro anuncia una imperecedera aniquilación: Vanja, la asesina, la “Cuchillo”…
Los estudios Estomakal han optado por reunir en un solo capítulo a ambas realizaciones y así permitir el traspaso. Si bien todavía no hay indicios de cuándo se hará este estreno carnalmente, por lo pronto podemos conocer el storyboard que la gentileza ha permitido revelar a los medios.
El guionista indica que ambas personalidades se encontrarán en un bar. Marlboro no-light estará bebiendo su enésima cerveza y fumando su infinito cigarro a la vez que en un papel roñoso por el manoseo (su inquebrantable, pero desarmado cuadernillo de notas) estará completando el relato descriptivo que sólo en ese momento podrá finalmente encontrarle un título. Justo en el instante que la sonrisa ilumine sus cariados dientes, por la puerta del bar entrará VANJA, una ex-oficial del servicio de Vertederos Ruso que se acercará a la banda de música del rincón y les pedirá que interpreten un tema de Johnny Cash: Give my love to Rose. Vanja le dedicará esta canción a Marlboro, a quien por casualidad ve más próxima al amplificador. Se acerca y, tras curiosear los garabatos trazados en un papel, ríe a carcajadas por el título de su escrito y, mientras se aleja de la figura patética de la heroína caída, pedirá un trago con la voz aterciopelada que la caracterizará. En este punto, el storyboard cambia radicalmente de letra y dibujo:
La Couteau en un acceso de furia lanza hacia la pared el trago que le dieron y con una violencia calculada, aterciopelada y calmosa indicará “usted no entendió lo que yo le pedí”. Sacará su cuchillo (uno de esos cuchillos callejeros del Bronx o el Harlem de los años '80) y con un fino corte marcará el antebrazo del barman…
Supuestamente hasta aquí está escrito el capítulo, pero sabemos que en algún momento la Cuchillo matará a Marlboro.
Ciertamente, todos los espectadores de este radio-teatro lamentarán la pérdida del romanticismo, pero pronto esperamos poder acostumbrarnos al -ismo que comenzará.

Los estudios Estomakal declararon que la necesidad es partera de la creatividad. Sólo nos queda creerles su palabra...

Vanja... La Couteau: “Oh, demonios, ¿cómo no dejar huellas en mi cuerpo?”