...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

La Couteau 26

Rasgueos sin cuerdas tonales.

Una caída libre, sin ataduras, sin ligamentos, sin articulaciones y sin visiones de tiempos augurados o simplemente antiguos. Un viento incomprensible golpeando el pecho, agitando mis cabellos y cegando la mirada. ¿Dónde dejé las llaves que me abrían las puertas del olvido? Quizá están al otro lado, donde todavía varios se sostienen con sus opiniones personales creyendo recordarse a sí mismos.
Una caída libre, distendida, aplastada en un efecto óptico, atravesando dimensiones que sólo un gato puede calcular. Me pican las pestañas camelludas, las botas se me escapan y la boca se me llena de vacío, un vacío frío y gris con gusto a regalíz. ¿En qué momento cerré la puerta y se me quedaron las llaves? Quizá en ese instante en que creí abrirla para otra persona, invitándola a tomarse una tacita de té.
Nosotros solíamos lanzarnos juntos y reír en un frenesí desquiciado cuando la adrenalina estallaba en carcajadas, cual figura retorical, cual oximorón, cual monte oxidado. Reíamos y nos acordábamos de la bella del día y un domingo entre las pulgas del mercado. Era todo un sueño nítido donde puedes volar y nunca llegas a ese suelo duro e impersonal, pedazo de vida terrenal en que gracias a la física y su poesía evita que te hundas hasta las profundidades, el magma ruidoso de un mundo en constante realidad.
Una 
      caída  
                   libre.

La Couteau remece su cabeza. La guitarra marca los acordes, el coro se repite.
All my friend’s have gone away
On this cold and empty day
And I’ve got nothing left to say
’Cos I’ve been down
Yeah, I’ve been down