...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

La Couteau 20



Teatro de marionetas.

En el onírico espacio de la razón, una pregunta a tropezones y codazos se va abriendo espacio. Empuja ciertas neuronas, sacude ciertos axones, abre y cierra otros cajones, acomoda el espejo, saca los trapitos sucios, esponjea las almohadas, peina sus cabellos, conecta la luz estroboscópica, separa la ropa de color de la blanca, extiende los brazos, implora un sacrificio, se sienta en la materia gris y arrulla a la hipófisis: “¿Por qué, por qué?”
El Portero: Doña Pregunta demanda la presencia del señor.
El señor: Dígale que estoy indispuesto y que no puedo atenderle.
Doña Pregunta: Pues hágame el favor de decirle a ese señor insulso suyo que solamente me interesa ver a la niña Respuesta.
El Portero: Doña Pregunta sólo quiere hablar con la niña.
El señor: Jmmm, ¿y con qué chisme vendrá ahora esa vieja? Bueno, ya, avísele a la niña si quiere salir a atenderla.
Niña Respuesta: ...es que ahora tengo ganas de echarme a dormir la siesta, ¿y si le dice a mi hermana Repuesta que vaya?
El señor: ¡Pero si su hermana salió de vacaciones! Dígale que no sea floja y que vaya a atender a esa vieja cotorra, ahora soy yo quien ha quedado inquieto.
Niña Respuesta: ¡No, no, no y no! Es hora de la siesta. Que esa señora vuelva más tarde.
Doña Pregunta: (ofuscada) ¡¿Más tarde?! Esto es el colmo... pareciera una ofensa de la alcurnia... ¿Acaso esa niña no sabe que habla con la gran Nobleza?
El Portero: Ruego me disculpe en la profundidad de su ignorancia, señora, pero informo a Ud. que ésta es la familia Aristocracia, la cual si bien tiene lazos con la suya, ambos sabemos que la N viene después de la A.
Doña Pregunta: ...pero... ¿Por qué?
El Portero: (suspiro) Si lo desea puede volver más rato y ahí la niña le responderá.
........................................................................................................................¡Riiiiiiiiiiiiiiiiing!

La Couteau aplasta el reloj. Una miope realidad va definiendo mejor sus contornos a medida que se limpia de esas lagañas tan faltas de glamour. Un ángulo de plano frontal desde el vértice derecho de la pantalla sigue los pasos adormecidos con los que Vanja se dirige al baño. Agüita amarilla se va por el desagüe y un bostezo de cíclopes se traga el escenario.
Con movimientos calculados y rutina aprendida sintoniza el dial y el altavoz chicharrea el radio-teatro matutino:

...¿Por qué?, ¿me preguntas realmente por qué? ¿Es que acaso, José Leonardo, no te puedes imaginar por qué?
Pedro Enríquez no me vengas con excusas de mala clase. Dime de una buena vez, ¿por qué me engañaste?”

El dial semi escandalizado salta a otro programa sin darse cuenta muy bien por qué. “Este capítulo lo están repitiendo... ¿será que hoy es el día de la marmota y estoy leyendo el periódico de ayer?”

Doña Pregunta reformula su pregunta:
¿por qué, Vanja?
¿por qué te dicen la Couteau?”
Pero la niña Respuesta sigue durmiendo la siesta...
El Portero cierra la puerta
y el inconciente queda relegado al confinamiento solitario.

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