Pieza 5
Chillllllidos
de orugas, pasitos de hormigas con la cadencia de valses readaptados
al estilo mestizo del sur, escarabajos noctámbulos mordisqueando
hojas de plantas y voladores zumbando entre idas y venidas; todo un
baile arrabalero con aires de salón en una pista llamada naturaleza.
...yo
no sé qué me han hecho tus ojos
que al
mirarme me matan de amor...
El Grillo a veces soñador miraba melancólico cómo ahí en la
tierra se removían tantas voces que entonaban líricas de noches, de
lunas, de lluvias, de calores y de secretos de tiempos inmemoriales.
Arriba las estrellas brillaban en pálpitos de espacios insondables y
la fresca brisa hablaba suave de los ejes del mundo y su cantar.
...yo
no sé cuántas noches de insomnio
en tus
ojos pensando pasé...
El Grillo volvía a suspirar y removía sus patitas en cierta
languidez de horas que pasan, miraba el horizonte y limpiando sus
alas se ponía teatral.
...sólo
sé que al no verte una pena va rondando por mi corazón...
El Aloe que ya se había sumido en los sueños, de repente abrió sus
ojos, se fijó en el Grillo sentado en su piedra, acercó uno de sus
brazos y le dijo: “¿acaso no te echas a dormir? Tu hamaquita te
espera...” y el Grillo al escuchar la voz, sin moverse mucho sonrió
y cantó con el tono que la ternura sólo puede dar:
Tus
ojos para mí serán...
serán
la luz de mi camino que con fe me guiarán
por un
sendero de esperanza y esplendor...
La noche
transcurrió su curso, la música siguió sonando y ya el Grillo
estaba entre las hojas de su Aloe durmiendo hasta un nuevo despertar.