...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

La Couteau 30


Tráfico.

Escupitajos, neumáticos quemados, maderas abandonadas, devenires irresponsables que saludan con descaro a la ingenuidad del que cree lograr algo.
La contaminación electromagnética vibra en los cerebros cansados y el estrés del día a día. Un rugido de supervivencia acelera frenando bruscamente; la mano insolente que exige que las pistas se despejen y el vendedor del periódico pasa inmutable entre los autos abofeteando a una población con sus matinales venganzas, con los crímenes pasionales, con la política pendenciera, con las predicciones del día de ayer.
Los motorizados gritan su presencia y un humo acre tiñe los ojos que mal han dormido otra vez. Las ventanas de los edificios miran el tráfico como el desprecio se mira en el espejo, mientras las verdes mal simuladas praderas que intentan los cactus y otras plantas recrear se hiperventilan en su fatigoso esfuerzo por digerir el dióxido de carbono. La metamorfosis es una tarea titánica. Vemos los troncos enhiestos con el orgullo del que persiste, mas los árboles exhaustos dejan caer sus hojas como quien lanza la toalla en un cuadrilátero: el oxígeno en Villa Comtal es un bien preciado, para obtenerlo hay que pagar muy caro; es el precio de una sociedad con falta de comprensión y dolores de cabeza.
Me pica la nariz. Tengo alergia a esta ciudad”. La Couteau con cada estornudo sacude la nube de smog que la rodea; es casi un juego macabro entre ambas, un amorodio que ni la metafísica puede explicar.
¡Aaaaatchús!” La nube es esparcida entre infinitesimales partículas de polvo; la sorpresa siempre la abruma. Pero ya superado el shock, la nube con rabiosa decisión se concentra nuevamente y vuelve a atacar esas fosas nasales que tanta excitación de cosquilleos le provoca.
¡Aaaaatchús!” La nube vuelve a ser expelida hasta chocar con una pared; se encuentra aturdida pero no pierde su sentido de orientación. El smoke junto con el fog se abrazan y discuten una nueva estrategia. Deciden lo que siempre deciden creyendo que La Couteau no podrá saberlo. El smog arma cadenas entre sus partículas y se lanza nueva mente al frente nasal, ahora con más fuerza, con más fiereza.
¡Aaaaatchús!” Un nuevo derechazo y la nube cae semi noqueada. Las partículas se alborotan, no aceptan una pérdida. La nube mira a su alrededor, llora un instante el rechazo de esa alergia y después con frustrado odio vuelve a intentarlo, más incisiva, más agresiva.
Demonios. Es hora de la loratadina”, y la nube horrorizada por tal acto de bajeza, con amanerado resentimiento se da la vuelta y se va a molestar las narices de otros lados.

Debo salir de acá. No puedo respirar.
¡Las máquinas me están ahogando!

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-¿hola?- bit, bit, bit, bit, bit, bit...


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