...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

La Couteau 15


El amor es un despropósito.

Afuera brilla la nieve; la blanca, eterna y aburrida nieve.
Los niños juegan entre trineos, peleas, resbalones y múltiples colores, ropa tejida con la industria cultural de una tecnología post-modern. Hasta acá se escuchan los chillidos y risillas de un candor no mancillado.
Corren-ren-ren-ren-ren-ren...
Gritan-tan-tan-tan-tan-tan-tan...
Son felices ahí, revolcándose en la maldita nieve, como si jugar con el noveno círculo del infierno fuera la manera más simple de no pensar en la muerte.
¡Oh! Esa criatura se cayó y esta vez el golpe le ha dolido. Su risa de amor ahora es un llanto de miseria. No quiere más nieve. Ese fiel amigo es de repente un cruel señor. El susto no distingue razones. El blanco se transforma en vértigo de distancias y para sentirse más segura, la criatura no quiere soltar a quien ahí la llevó.
Lo que no recuerda una cabecita enceguecida es que bajo el guante de mentirosa suavidad se esconde una mano en cuyas arrugas están las huellas de tantos patinajes sobre hielo.
“Ven, mi amor, mañana volveremos a jugar”.

La Couteau recuerda el día en que comenzó a temerle al calor, hace ya unos años. La radio vibra con voz
de exótico desgarro
…no necesito amar /
tengo vergüenza /
de volver a querer /
lo que he querido…

(Es hora de salir a buscar un trabajo. La época del colegio se terminó)

El cuchillo que consiguió en el mercado de pulgas el domingo pasado -ése donde conoció a ese chico extranjero- ahora está ya bien afilado. La mano de la razón hace malabarismos con la daga, pero es su zurdo destino el que la lanza y la deja ahí: clavada en la pared. Te has hecho fama y ni tu hermano postizo se atreve a sonreír. Vanja, la Couteau, te llaman…


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