El gobierno intentó lavarse la cara, pero sólo alcanzó a maquillarla con
pintura de muy mala calidad, así que inmediatamente levantado el Estado
de Excepción, la represión fue en una escalada de más y más violencia
hasta dejar en la actualidad (15 de noviembre) cifras desahuciadas de 22
muertes, 217 personas mutiladas en su visión (pérdida de un ojo por el
uso de perdigones hechos de goma, plomo y otros materiales), 58
querellas de violencia sexual y miles de detenciones arbitrarias,
lesiones, afecciones físicas producto del uso desmesurado de bombas
lacrimógenas y gases tóxicos (gas pimienta), así como múltiples golpes
sicológicos a una población que ejerce su legítimo derecho a la
protesta, sin saber siquiera cómo saldrá de ella.
Mientras
tanto, la política desde arriba decidió cambiar la estrategia del
discurso violentista (“estamos en guerra”) a un discurso displicente que
pretende negar (y criminalizar) todas las demandas estructurales, inserta el
discurso de “volver a la normalidad”, busca dilatar o justificar
cualquier responsabilidad institucional y apunta al agotamiento de los
agotados bajo el conocido lema “pueblo contra pueblo”: la mitad de la
población que carece de contrato ha visto deprimidos sus ingresos
diarios y frente a la preocupación económica de quienes no pueden llevar
a cabo sus actividades laborales regulares, el gobierno ha esperado que
ellos se enardezcan contra quienes se manifiestan y así tergiversar la
crisis, como si fueran ellos quienes han desestabilizado el país y no
los 30 o más años de temible desigualdad estructural que tenían a una
población adormecida en un conformismo vendido y un panfleto
publicitario de “estabilidad económica”.
Pero una vez más, se ha
demostrado la ineptitud política, la ceguera gubernamental y la
desafección del Estado con la Nación: las marchas son diarias, se
iniciaron cabildos/asambleas territoriales de debate público, la
colectivización de los problemas individuales son ahora diálogo
cotidiano y la denuncia de los desmedidos abusos de la autoridad cada
vez son más fuertes.
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Hoy es 16 de noviembre del 2020. Hace unos días Gustavo Gatica, una persona hecha emblema de la denuncia y una violencia desmedida, absurda y totalmente innecesaria por parte de la vilipendiada institución de Carabineros de Chile; así como un muchacho que perdió uno de sus ojos, la vista cegada por tal violencia, escribió un mensaje en las redes sociales expresando su alegría de ser y estar. La foto de tal mensaje es su rostro sonriente, feliz. Una burla a quienes creyeron que con un perdigón lo callaron, lo castigaron por manifestarse, lo "mandaron pa' la casa"... cuán errado es el pensamiento absolutista, cuánta ignorancia en quien no reconoce la lucha por un ideal, cuán agresiva la voz que intenta cegar la juventud.
La pandemia ha mellado la sociedad, sin duda. Hay quienes creen que el plebiscito es una burla al pueblo. Otros insisten en que el estallido se ha debilitado y la institucionalidad podrida, ahora con un giro populista para salvar el año que le queda a este gobierno, ha vuelto a imponerse. Quizás sí, quizás no, eso sólo lo decidirá el tiempo y la capacidad ciudadana de seguir despierta.
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