...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

Lavar

Ciertamente las costumbres foráneas a veces fascinan, otras fastidian, otras sorprenden, otras se copian y otras simplemente no se entienden.
No mencionaré las fascinantes ni las fastidiosas, porque el aspecto subjetivo estaría demasiado evidente y no me interesa recrear espacios de sentido para que mis preciados lectores traten de acercarse a lo que mis manos intenten expresar a través del tecleo monótono con igualmente monótonas letras en una carta que incluso les parezca monótona en sus colores monotemáticamente blanco y negro.
Así que por el contrario y sin tanto sentido de por medio, pues les comentaré una de aquellas costumbres germanas incomprensibles, como por ejemplo la que tiene que ver con esa rutinaria y prosaica actividad conocida popularmente como el clásico “lavado de platos”.
Consabidísimo es el antiguo arte de “faire la vaisselle” o “hacer la loza” o simplemente “lavar los platos”. La costumbre en sí posee bastante sentido y es hasta lógica: hay platos sucios, hay que lavarlos. Ya que carecemos todavía de un sistema de reciclaje poderoso y una máquina productora a escalas groseramente exageradas de platos desechables que cubran las inevitables 3 comidas diarias, además de los picoteos entretanto y otros caprichos de la gula y el gusto a deshoras de una población en perenne crecimiento, pues no queda más que siempre lavar los platos. ¡Qué decir de aquellas casas donde se conservan con fervor devocional la vajilla y la cuchillería de ancestros perdidos en árboles familiares de quién sabe qué noble origen o cualquier invento que merezca prolongarse en el tiempo, así el decorado esté excesivamente obsoleto o las florcitas pintadas tengan un toque “de la abuela” que ya ni por kitsch pueden pasar!

¿Pero qué querrá decir La Cuchilla con tanto blabla?
Me detengo a pensar en las diversidades culturales e imagino las posibles formas de lavar los platos en diferentes partes del mundo… Y no se me ocurren muchas diferencias, excepto quizá en el jabón: quizá haya culturas donde se lavan los platos sin jabón y en su lugar se restriegan los platos con… ¿tierra?, ¿extractos de plantas?, ¿la lengua de un gato?, ¿un trozo de cuero de algún animal?, ¿el humor vitreo de los globos oculares del ganado? También pienso que quizá ni se restriega nada y en su lugar se remoja todo en agua caliente. Llego a imaginarme incluso que ni siquiera se lavan los platos, sólo se les pasa una servilleta y ya.
Pero después llego a Alemania y descubro que mi imaginación es muy pequeña.

En este momento, diga “YO” aquella persona que cuando va a lavar los platos cumple con la estructura “agua-jabón-agua” o a veces sólo “jabón-agua” (esta última no puede ser al contrario)
¡Ahora dices “YO”!


Ahora hago un paralelo entre el proceso de lavar los platos y lavarse el cuerpo propio. El cliché de que los europeos se lavan menos que los latinoamericanos es y no es cierto. No mencionaré sobre los otros países de este viejo y rancio continente, sino que me restringiré a las fronteras germanas. Es así que hasta ahora he podido comprobar que los alemanes en general se duchan todos los días y lavan sus ropas por lo menos una vez por semana; cualquiera diría que son limpios… Pero después ¿cómo se explica el hedor en el metro o que tras una cicletada hasta la chica más linda o el chico más guapo ventilen sus cuerpos y se esparzan por las partículas del aire esos TAN estancados humanos olores? En mi caso, me mata cualquier atracción y más que despertarme instintos de procreación, me dan ganas de abrir la ventana!!
La respuesta a esta supuesta paradoja –desde los ojos deslavados por mi cultura- subyace en el jabón precisamente. Los alemanes no usan jabón, por considerarlo un poco “agresivo” para la piel… usan “crema de ducha”, algo que yo definiría como un perfumito-crema suavizante que hecha alguna espuma y se puede enjuagar, a pesar de lo resbaloso... Algo así como el jabón líquido que el mercado ha sacado para simular que te estás lavando las manos...
Bueno, sí, quizá incluso más importante que esto -dirían uds.- es el hecho de que no suelen usar desodorante. No obstante, incluso cuando lo hacen, tampoco sirve de mucho (¡OJO!, comprobado por “mis pupilas olfativas”)
También observo que los alemanes son grandes amantes de los baños de tina, una manera de remojarse a sí mismos. Tampoco usan jabón, sino que “espuma para baño de tina” y se quedan ahí un buen rato.

¿Y qué es lo incomprensible del lavado de platos, Cuchilla?
Mojan los platos, les echan el líquido lavaplatos, los resfriegan con alguna esponjita o cepillo y después los ponen en el escurridero. Todo bien, todo suena normal, hasta que poniendo más atención veo que hay volutas de jabón y espuma resbalándose por el plato, los cubiertos, la fuente, la olla. Mi primer pensamiento es “oh, ha enjuagado mal los platos”. Todo bien, todo suena normal, hasta que poniendo más atención veo que hay restos de comida, pequeños, mínimos, ahí, pegados. Mi segundo pensamiento es “oh, ha lavado mal los platos”.
La siguiente tanda de platos y me percato de los detalles. Remojan los platos, les echan líquido lavaplatos, crean espuma, los resfriegan desganadamente con alguna esponjita o cepillo y después los ponen en el escurridero. Algo me falta acá… ¡No enjuagan los platos! ¡No lavan los platos! ¡La estructura cambia de orden al igual que la gramática de este idioma: “agua-jabón”, y no puede ser al contrario!
Me quedo perpleja y trato de encontrar una explicación. Los tiempos de guerra y las insufribles épocas de reconstrucción de la ciudad, la escasez de todo y el trauma, más la culpa que cargan tantos alemanes por los estragos del siglo XX, son razones comprensibles que me vienen a la cabeza con mis ojos cerrados buscando y buscando. Los procesos para la purificación del agua que hasta en las construcciones sólo agua potable se usa son un precio altísimo que debe pagar la población y eso también lo acepto como una explicación. Hasta la misma aclaración “lógica” que me da un amigo alemán me parece razonable, a pesar de que la acción última no la he visto realizar con tanta frecuencia: “el jabón está bastante diluido, es sólo espuma y después se le pasa un paño;, así de simple, Vania”
Lo más chistoso de todo es que en alemán tienen UN verbo exclusivamente para describir la acción de “lavar los platos”, ja!

¡PLOP!

Y es aquí donde finalmente acepto el incomprensible modus de lavar los platos que practican en estas latitudes, es sólo la distinción cultural que hace de la diversidad un universo de múltiples colores como pompitas de jabón flotando en la cocina… Pero igual cada vez que saco un cubierto o un vaso, lo observo con ojos desconfiados!

Ps: mis hábitos en este sentido hasta la actualidad no han cambiado radicalmente, si acaso he disminuido el uso del jabón, pero enfatizado el resfriegue de la vajilla –¿respuesta inconciente de mi parte? ¡Soy sudaka hasta la médula de la ducha o de la llave del lavaplatos!

-abril 2008-

1 comentario:

Alejandra del Río dijo...

Buena observación, super Vania. Lavar los platos así es lo que ellos llaman "lavar con sistema". A mí me han tildado de caótica por lavar los platos a la latina, o sea, enjuagándolos. Hay mucho de trauma de posguerra en su sistema de lavado y de profunda voluntad ecológica (lo que tiene un poco de sentimiento de culpa). Los alemanes son los campeones del ahorro; ahorrar agua es una de sus pasiones. Han ahorrado tanta agua que ésta se acumula en las napas subterráneas y no hallan como almacenarla. Consecuencia: los precios suben para poder financiar el ahorro de agua...este país cuenta con una de las reservas de agua más grandes del mundo pero ellos siguen ahorrando. Mi mamá (que es alemana) me inculcó la fórmula "ducha corta- enjabonarse- ducha corta",un suplicio, sobretodo en invierno, pero la conciencia queda tranquila.Tal vez por eso ame sumergirme en la tina de vez en cuando, con espuma...sí, y olores ricos.
El jabón es el enemigo N° 1 declarado por la revista Test (y todos la leen), lavarse las manos con él? OK, pero de la cintura para abajo, jamás!. Asesina la flora vaginal.