...porque entre las idas, venidas y avenidas, mejor ser luz ida que lúcida.

La Couteau 48



Final 1. La Zona.

Vanja, La Couteau, se ha visto entre mudanzas y andanzas entre ciudades y casas, ni qué hablar de sus aventuras con personajes y otros seres que cautivan su curiosidad y despiertan sus emociones, desde sus antepasados de puños alzados hasta caminos esteparios de cactus curativos que son parte del núcleo acomodado en este recóndito lugar, justo donde las horas que oran siempre piden un descanso: su corazón.
La Couteau en una época no tan remota decidió con más adentrarse en La Zona, espacio donde las realidades internas se materializan, y entre alegrías de encuentros pronunció con voz excedente lo que el rumor de la sangre siempre fue su deseo: un descanso.
La Zona es un animal que husmea muy bien los olores de estas peticiones y sabe cuándo es el cuerpo de la verdad que deambula con la cabeza de la mentira o, al menos, discierne intensidades. Vanja esperó largas esperas por una respuesta. Lanzó fatigosa varias veces la misma piedra con el mismo paño “blanco invierno-primavera-verano” para guiar su sendero de malezas. Sin maldad y finalmente encallado en una cascada, encontró lo que su afán había buscado.
¿Hasta qué punto el peso emocional abruma el mental? En este punto cabe, aunque a la fuerza, hacer una digresión en torno al entorno psicoespiritual de La Couteau, un radio-teatro bien formulado y cuyos derechos fueron ya vendidos al espectador tiempo ha. Una cosa es el deseo pro y otra el nunciado, al igual que la lógica constructivista no es exclusiva. Vanja habrá pedido currículum y experiencias profesiovitales, pero las resoluciones en un plano intraceptivo parecieran tener más urgencia...
...y La Zona lo supo desde el principio.
¡Podremos jugar a las cartas, pero ellas ya están echadas!” Fue la sentencia que el ruido de las aguas le dio a Vanja. Ella, con la ansiedad que caracteriza su cuchilla cuando cae en el antebrazo de alguna víctima, no comprendió suficientemente y siguió adentrándose en esa cascada de modificaciones. Llegada a una habitación abandonada, se sentó silenciosa por minutos irreversibles
y tras muchos goteos desde el techo supo entonces

qué hacer:
es tiempo de irnos de gira y afilar la cuchilla en otras piedras no tan melladas”.

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